Actualmente hay toda una lucha por obtener productos sin plástico, en la industria y fuera de ella. Desde que a mediados del siglo XIX John Wesley Hyatt desarrollara el celuloide mediante la disolución de celulosa en alcanfor y etanol, mucha agua ha corrido.
A finales de ese mismo siglo Leo Hendrik, un químico estadounidense, creó la baquelita, el primer plástico totalmente sintético de la historia que fundó la “era del plástico”, cuyas características fueron favorables hasta que se demostró que tanto su producción como su uso generaban una notable contaminación del medioambiente.
A pesar de su fabulosa maleabilidad y su bajo coste, los problemas ambientales causados por el uso del plástico superan con creces sus bondades. Sobre todo cuando se piensa en la cantidad de basura producida basada en él.
Esto ha dado pie a que muchos científicos comenzasen a desarrollar plásticos biodegradables con el objeto de reducir los residuos producidos por los seres humanos.
Pero la idea no es solo producir plástico biodegradable, sino hacer productos sin plástico y que su fabricación sea sostenible y rentable, competitiva en los precios.
Pero ¿qué es el plástico biodegradable?
Comencemos por explicar qué significa que algo sea biodegradable. La biodegradabilidad es la descomposición de un producto o sustancia a la que se ve sometido por organismos biológicos (insectos, bacterias, hongos, etc.) bajo ciertas condiciones ambientales, como temperatura, luz, oxígeno.
Cuando decimos que una sustancia es biodegradable nos referimos a su capacidad de desintegrarse y volver a la naturaleza en compuestos inocuos para ella en un corto periodo de tiempo.
Para que te hagas una idea, el plástico convencional es uno de los materiales que más demora en degradarse. Dependiendo de su grosor, de las condiciones ambientales y de los materiales utilizados en su fabricación, puede tardar entre 150 años y varios siglos en descomponerse.
En contraposición, los residuos orgánicos que generamos, en condiciones normales, oscilan entre 2 meses y 2 años, y si se incluyen en los composteros reducimos considerablemente el tiempo a la vez que producimos abono.
Pensar responsablemente significa, por un lado, reducir el uso del plástico, y por otro, desarrollar una industria en busca de productos y envases sin plástico, que busque reciclar el ya existente y hacer plásticos biodegradables.
En resumen, la biodegradación se hace de dos maneras: con oxígeno y sin oxígeno. Cuando el oxígeno participa, se llama biodegradación aeróbica, y es la que se produce cuando una sustancia o producto está al aire libre.
La biodegradación anaeróbica se produce en ausencia del oxígeno, y genera biogás (especialmente metano); es la que se realiza cuando los plásticos se queman y resulta muy tóxica para el medioambiente, ya que aumenta el calentamiento global.
¿De qué está compuesto el plástico biodegradable?
El plástico biodegradable es aquel que por su composición es susceptible de que los organismos vivos lo transformen en fuente de carbono. Los que se fabrican con materias primas orgánicas renovables se llaman plásticos biobasados o bioplásticos.
Estas materias orgánicas pueden ser el maíz, la yuca, el plátano, la celulosa, el trigo, la fécula de patata o las legumbres ricas en ácido láctico.
El almidón, presente en muchas de estas hortalizas, es un polímero natural utilizado como materia prima para fabricar plástico biodegradable y compostable, es decir, que después de su vida útil un envase puede ser reintroducido en la naturaleza y biodegradarse naturalmente en un tiempo considerablemente más corto.
Tipos de plásticos biodegradables
Los plásticos biodegradables se dividen en dos tipos, dependiendo de su composición: de origen sintético y de origen biológico.
Los de origen sintético suelen fabricarse añadiendo aditivos al proceso normal de fabricación de plástico, que hacen que se degrade con mayor rapidez.
No son 100 % biodegradables ni ecológicos, y muchas veces tienen en la etiqueta el símbolo d2W, que así es como se llama el aditivo. Esto hace que una bolsa, acabada su vida útil, se vuelva más frágil y se rompa rápidamente, pero no significa que sea biodegradable.
De hecho, lo que hace es deshacerse en pedazos cada vez más chicos hasta llegar a formar parte de los microplásticos. No hay pruebas de que este tipo de plástico “biodegradable” sea consumido en su totalidad por los microorganismos naturales.
Por otro lado, los plásticos fabricados a partir de las materias primas renovables antes mencionadas son el otro tipo de plástico biodegradable, los que sí pueden llamarse con propiedades biodegradables.
4 tipos de plásticos biodegradables
Los PLA (ácido poliláctico), los PHA (polihidroxialcanoatos), los bioplásticos de almidón y los bioplásticos de celulosa.
Los primeros, los PLA, son los derivados del ácido láctico, y producidos con materias primas 100 % renovables; los PHA están producidos por un biopoliéster sintetizado de forma intracelular por microorganismos, y una vez extraídos de la célula, el plástico tiene propiedades físicas parecidas al derivado del petróleo.
Una ventaja es que el PHA es muy versátil porque mantiene un desarrollo sostenible del ecosistema mientras se deseche correctamente. De lo contrario, puede contribuir a la contaminación.
Los plásticos biodegradables hechos con almidón y de celulosa, cada vez son más utilizados en empresas comprometidas con la conservación del medioambiente. Es verdad que tienen una vida útil más corta, pero también se degradan en mucho menos tiempo.
Productos que llevan plástico biodegradable
Actualmente hay muchos productos que utilizan plástico biodegradable, en una lucha por conseguir más productos sin plástico y residuos menos contaminantes.
La industria farmacéutica y la cosmética, y también del embalaje y de la producción de plásticos para el envasado de alimentos, están apostando por los plásticos biodegradables para sus productos.
Por ejemplo, hay botellas, platos, bandejas, cubiertos, bolsas fabricados con estos bioplásticos, lo que hace que los productos naturales y ecológicos ganen aún más valor agregado si se presentan en ellos.
Muchos envases de la cosmética natural son de bioplástico de almidón, y además rellenables, lo que reduce mucho más el uso de los plásticos. Asimismo, la industria de los productos biodegradables de limpieza también los utiliza para minimizar su huella de carbono, en su búsqueda de productos sin plástico.
El envasado de alimentos, por su parte, tiene una trayectoria similar (al menos en Europa) y existen empresas interesadas en desarrollar biopolímeros procedentes de lignocelulosa de residuos de frutas para elaborar envases y platos de plástico biodegradable.
¿Es realmente biodegradable?
Claro que los plásticos biodegradables tienen muchas ventajas. En primer lugar, al ser elaborados a partir de sustancias vegetales renovables, su producción es algo menos contaminante.
En caso de que se quemen (que nunca es aconsejable, aunque se trate de este tipo de plásticos) producen menos efecto invernadero que los plásticos convencionales y hay algunos que son compostables, es decir, que pueden ser degradados en compostadoras industriales.
Pese a todo lo expuesto, los plásticos biodegradables siguen teniendo problemas, si bien siempre serán preferibles a los derivados del petróleo. Hablemos entonces de los problemas.
Para que los plásticos biodegradables resulten completamente inocuos, deberían reciclarse de manera específica. En otras palabras, debería haber contenedores especiales para ellos, diferentes del de los plásticos comunes. En estos momentos esa diferencia no se hace.
Otra desventaja es que para fabricar estos plásticos se requiere de agricultura intensiva, ya que la cantidad de alimento que debe sembrarse es muy grande, lo que se alejaría del concepto de agricultura sostenible, ya que implica una considerable necesidad hídrica que puede significar niveles notables de deforestación.
Además, ante la elevada producción de alimentos necesarios para alimentar a los seres humanos, sería una especie de competencia industrial sembrar solo para producir plástico.
Por otro lado, su fabricación, si bien es menos contaminante, no reduce por completo su huella de carbono, y es bastante más costosa que fabricar plástico normal.
La biodegradabilidad de estos plásticos debe hacerse en condiciones específicas y controladas, que jamás se presentan en los vertederos de basura normales ni en casa.
Para que sean completamente biodegradables, deben someterse a ciertas temperaturas constantes durante un tiempo determinado y con humedad y aireación concretas: hay que usar plantas de compostaje industrial, nunca caseras.
Otro punto en contra es que estos plásticos, al llegar a los océanos y ríos, nunca encuentran las condiciones mínimas de degradación que necesitan, y si por casualidad el entorno es anaeróbico (sin oxígeno), los microbios, bacterias y microorganismos jamás lo tocarán, ya que necesitan de oxígeno para que eso suceda.
De modo que no son una solución al problema del plástico, la solución sigue siendo contar con productos sin plástico.
La oxobiodegradación
Este es un proceso en el que existen dos fases, la oxidación y la biodegradación, que pueden ser simultáneas o consecutivas. Es una tecnología que se aplica a la fabricación del plástico añadiendo agentes prodegradables.
Esto hace que el plástico así fabricado se degrade mucho más rápidamente: de siglos a meses.
Cuando su vida útil llega a su fin, el plástico se deshace y biodegrada en miles de partículas; esta degradación puede realizarse siempre y cuando haya oxígeno en el ambiente, y no se necesita agua.
Aunque es ventajoso con respecto a los otros tipos de plástico, y hay muchos objetos elaborados con él (bolsas de mercado, guantes, botellas, envases, vasos, platos, bolsas de basura), la Unión Europea quiere prohibirlos hasta que se demuestre su plena biodegradación y los beneficios medioambientales estén comprobados.
Y es que este tipo de plástico no se degrada fácilmente en el medio marino, lo que continuaría con el problema de los plásticos en el agua. Una vez más, el camino es llegar a los productos sin plástico, un consumo inteligente y un manejo responsable de los desechos.